viernes, 28 de agosto de 2009

COMO SER UNA EMPRESA 2.0

CIUDAD DE MÉXICO (CNNExpansión.com) — Las nuevas tecnologías pueden ser una alternativa para incrementar las ventas y facilitar los servicios de las empresas a sus clientes, pero también pueden ser su perdición si no se saben utilizar.

Los consultores internacionales como Everis destacan la importancia de utilizar la Internet para incrementar los negocios a través de la Web 2.0, es decir, aprovechar las oportunidades de interacción entre empresa y cliente.

Las soluciones tecnológicas que dan la Web 2.0 van desde el blog (diarios en línea) y Mash-Ups (Agregaciones de portales y contenidos de distintas fuentes), redes sociales, hasta la web semántica que permite a los usuarios encontrar información muy detallada.

"No veo ninguna industria o sector comercial que no pueda aprovechar la web 2.0", dijo Juan José Terrero, encargado del área de tecnología de Everis México.

Este experto identificó casos de éxito al usar la interacción con los usuarios de la Web a través de redes sociales u otros medios de comunicación. La compañía de computadoras Dell envió un Twitter anunciando una oferta, a través de ese medio de comunicación, en unos pocos días registró ventas por 3 millones de dólares.

De ahí que Terrero recomienda aplicar diferentes modelos de negocio dependiendo del sector y cliente objetivo:

1.- La creación de negocios basados en el nuevo contexto, como los que han surgido Facebook, Flickr, Linkedin, etc.

2.- Uso de terceros como apoyos al negocio, el caso de Dell.

3.- Portales enriquecidos con nuevas posibilidades dentro del negocio

4.- Apoyo o reforzamiento con elementos Web 2.0

Las empresas ya no solo deben subir a Internet sus contenidos, sino que deben ampliar la interacción con sus clientes considerando su infraestructura y capacidades para responder, y desde luego un presupuso para soportar su plataforma.

Entre los fracasos se encuentran una empresa mexicana, de la que Terrero omitió su nombre, que envió un Twitter para invitar a sus clientes que requirieran soporte con atención personalizada, fue tal la demanda que no tuvo la capacidad de atender y se dio de baja en el medio de comunicación.

De ahí que las compañías deben pensar en su modelo de negocio en Web a través de:

  • Comunicación: Sistemas que permiten el intercambio
  • Colaboración, a través de la promoción de información, incluso los usuarios crean contenido, lo distribuyen.
  • Networking, promueve relaciones entre usuarios; entretenimiento, grupos virtuales en el que los usuarios crean sus propias reglas de convivencia.
  • Multimedia, donde los clientes o usuarios comparten videos, música e imágenes

Con estas herramientas las empresas no solo pueden expandir su marca y sus ventas, sino que conocer de cerca de sus clientes pues pueden monitorear datos personales, perfil, relaciones y actividad del usuario en tiempo real.

En México ha más de 27 millones de internautas y se espera que al cierre del sexenio más de 50 millones de personas tengan acceso a la Web.

Según expertos las redes sociales son ahora el canal de comunicación habitual de grandes segmentos de la población, los usuarios de entre 15 y 24 años pasan 38% del tiempo frente a Facebook frente a un 15% de correo electrónico convencional, según la firma Technorati.

martes, 25 de agosto de 2009

"LA BATALLA IDEOLOGICA: LA BATALLA POR LA ECONOMIA MUNDIAL"

Un video muy interesante acerca de la guerra que se ha venido dando por reinar la economía. Podemos observar la batalla que se dió a principio del siglo XX entre los seguidores del capitalismo y el socialismo. Además de ver como dos grandes amigos, Keynes y Hayek, los más grandes economistas de esa época, se enfrentaban ideologicamente.

Este es el primer capítulo (7 en total):

Capítulo 2
Capítulo 3

ANDAN DICIENDO QUE TU Y YO ESTAMOS LOCOS

Andan diciendo que tú y yo estamos locos

Contrario a lo que postula la teoría económica, el comportamiento humano es profundamente irracional. Tanto, que podemos ser predeciblemente irracionales.

Cierto día, la prestigiosa publicación británica The Economist lanzó una promoción que, al detenerse y leerla, resultaba intrigante. Por la suscripción al contenido en internet de la revista, más acceso a sus bases de datos desde 1997, pedían US$59. Por otra parte, para quienes quisieran recibir la revista física en sus casas costaba US$125. En una tercera opción, The Economist ofrecía el contenido online más la suscripción a la revista física por US$125. No hace falta ser muy detallista para notar que las dos últimas opciones tienen el mismo precio. ¿Puede ser esto posible? Una de las publicaciones más influyentes del mundo, reconocida por ser impecable con la información, ¿pudo haber cometido un error al publicar el anuncio? No hay que ir tan rápido. Según un estudio, cuando se le ofrecen estas alternativas al público, el 84% prefiere la tercera opción, un 16% la primera y, por su puesto, como somos racionales, nadie escogió la tercera. Al fin y al cabo, la última es una ganga, ¡dos por el precio de uno! Pero es aquí donde los genios del mercadeo de The Economist tenían un as bajo la manga. El mismo estudio encontró que, cuando la segunda opción no está presente, el 68% de las personas prefieren la suscripción en internet, y solo 32% se queda con la revista. El negocio más rentable de los señores de The Economist es vender la publicación impresa y, en este caso, lograron su objetivo. Ejemplos de este tipo nos hacen pensar seriamente ¿qué tan racionales somos?

Dan Ariely, profesor de la Universidad de Duke, es un hombre con un punto de vista muy particular acerca del mundo. De carácter sencillo, alegre y con una gran pasión por enseñar, Ariely hizo parte por muchos años de la Sloan School of Management y de los prestigiosos Media Lab en MIT. Pero su vida tiene otra historia: siendo un joven israelí con apenas 18 años, una explosión le causó quemaduras de tercer grado en el 70% de su cuerpo. Dan Ariely tuvo que permanecer tres años en un hospital. Estando allí, se aisló del mundo y empezó a entenderlo desde otra perspectiva. Cada mañana, las enfermeras tenían que cambiarle su vendaje. Para alguien con quemaduras severas esta es una experiencia terriblemente dolorosa. Al parecer, las enfermeras realizaban este procedimiento lo más rápido posible aumentando su dolor. Con una serie de experimentos demostró que la mejor forma de quitar las vendas era hacerlo lentamente, desde zonas con menor dolor a un mayor grado de intensidad. "La pregunta es obvia. ¿Por qué las enfermeras con años de experiencia en el campo llegaron a una conclusión tan errada", se decía Ariely. Al parecer, no somos tan racionales como creemos. Esto hizo que Dan Ariely se convirtiera en un apasionado por entender nuestro instinto irracional. Su libro Predictably irrational: the hidden forces that shape our decisions fue considerado por Amazon.com como el más destacado libro de negocios del año pasado.
Irracionales por naturaleza
Alguna vez se ha preguntado, ¿por qué ordenamos una pizza o un pollo entero, y los pedimos con gaseosa dietética? ¿Por qué nuestros compromisos de hacer dieta se desvanecen frente a un postre en nuestras manos? ¿Qué sentido tiene sumar puntos en un supermercado, si en una sola noche gastamos una fortuna saliendo de fiesta o en un restaurante? ¿Por qué aplazamos nuestras tareas? ¿Cómo explicar que siempre que nos proponemos ahorrar terminamos pidiendo prestado unos días antes de la quincena? Y, lo más importante: ¿por qué repetimos estos errores, como si no aprendiéramos de la experiencia? El profesor Ariely explica en su libro que la economía tradicional parte del supuesto de que somos racionales en nuestras decisiones. Con esta idea en mente, los economistas han forjado modelos de políticas de empleo, comercio o desarrollo. Pero probablemente no deberíamos ser tan optimistas con respecto al ser humano. ¿Qué tal si somos tan irracionales, que rayamos en la locura? Previsiblemente desquiciados. De alguna forma se nos ha hecho creer que nuestra vida es el resultado de decisiones racionales, como al momento de elegir carrera, con quién casarnos, o dónde trabajar. Pero, ¿qué pasaría si realmente no tenemos idea de lo que queremos, si simplemente estamos desnudos ante el destino, y vamos llevando la vida con nuestra propia irracionalidad?

Por ejemplo, Dan Ariely explica en su libro que los seres humanos "nunca tomamos decisiones en abstracto". Como en el ejemplo de The Economist, las personas solo saben lo que quieren cuando las observan en contexto. Siempre estamos buscando las ventajas relativas de una cosa a otra. Si lo piensa, uno solo descubre lo que quiere ser en la vida cuando conoce a alguien que se ajusta a sus ideales. O, como dice Ariely, el único sueldo que lo puede hacer feliz "es el que es más grande que el del esposo de su cuñada". Es por esto que decidir no es una tarea fácil, y mucho menos cuando existen múltiples opciones en juego.

Este autor realiza experimentos muy interesantes que desafían la confianza en nuestra toma de decisiones. Tan solo una variable nos puede hacer creer cosas que en el fondo no pensamos, ni sentimos. Suponga que puede escoger entre los planes al mismo precio: Cartagena todo incluido, Santa Marta todo incluido o Santa Marta todo incluido menos refrigerios. Según ejercicios similares del autor, la mayoría de las personas tienden a preferir Santa Marta todo incluido, porque es ligeramente superior a la tercera opción, así realmente quisieran ir a Cartagena. Esta es la razón por la cual a un restaurante le conviene tener un plato muy costoso en su carta, pues aun cuando no lo venda mucho, con referencia a este, el resto nos parecerá económico. También es la explicación de que la mejor estrategia para ir a una fiesta es llevar a un amigo parecido a usted, pero un poco más feo. O el por qué no nos podemos resistir a las promociones dos en uno, o a los productos que vienen con un poco más de contenido.
Juegos de la mente

Dan Ariely es un explorador de la vida y del ser humano. Las calles, los centros comerciales, las universidades, son la mejor puesta en escena para sus experimentos. En diversos estudios Ariely comprueba nuestro instinto irracional. Uno de nuestros desequilibrios, por ejemplo, es la fascinación por lo gratis. En un experimento, Dan y su equipo abrieron una pequeña tienda donde vendían "solo un chocolate por persona". Allí ofrecían dos productos: una trufa suiza por tan solo US$0,15, o un pequeño chocolate Kiss a US$0,01. ¿Usted cual elegiría? La gente en su racionalidad escogió 73% la trufa, y solo un 27% el pequeño Kiss. Pero, ¿qué pasaría si el pequeño Kiss fuera gratis? Inmediatamente el 69% de las personas empezó a preferir el diminuto chocolate, y apenas un 31% se quedo con la trufa. ¿Qué tan racional es esto? Al parecer la distancia de dos a un centavo es mínima, pero de un centavo a gratis es abismal. Lo gratis nos paraliza, simplemente no nos podemos resistir, y muchas veces no entendemos que también tiene sus costos, como cuando recibimos lo que nos dan en una feria aun así tengamos que cargarlo hasta la casa, y terminemos por botarlo todo a la basura.

La mente es caprichosa según los experimentos de Ariely. Usted no lo creería, pero cuando una pastilla para el dolor de cabeza nos cuesta unos $1.000, sentimos que es mucho más efectiva que si solo pagamos $100, aun cuando sea el mismo producto. Otro de los hallazgos valiosos de este autor es que nos acoplamos muy fácilmente a los precios y consumos. No siempre el mercado se rige por el juego entre la oferta y la demanda. En algún momento para su mente empezó a ser natural pagar hasta $3.000 por un café, que puede tomarse gratis en la oficina, y esto marcará sus consumos futuros. Además, con diversos estudios, Ariely comprueba que tendemos a asignarle un valor mucho mayor a las cosas que nos pertenecen. Esto explica que, cuando alguien vende una casa siente que vale mucho más de lo que piensa su comprador. O, también, el dolor de alguien cuando pasa de la riqueza a la pobreza.

Irracionalmente mejores

Para el profesor Dan Ariely, existen infinitas oportunidades en reconocer nuestra propia irracionalidad. Él trabaja decididamente por desarrollar el campo de estudio en formación que se conoce como Behavioral Economics, y es uno de sus principales exponentes. ¿Por qué condenamos tan fuertemente a un ladrón de la calle, pero muchas veces toleramos a políticos o ejecutivos empresariales que roban miles de millones? ¿Por qué no entendemos lo que podemos llegar a hacer en estado de excitación o embriagados?

Una buena parte de las dificultades sociales parten de nuestra misma irracionalidad. En un análisis con sus estudiantes en MIT, Ariely comentó en tres cursos distintos que la nota para el semestre se basaría en cuatro trabajos escritos. En un curso fue estricto e indicó los tiempos de entrega, en el segundo dejó libre la posibilidad para que ellos definieran los límites de entrega y, finalmente, los últimos tenían la libertad de entregar los cuatro trabajos incluso hasta el final. ¿Qué grupo sacó mejores notas? Como se puede imaginar, quienes podían entregar hasta el final, así lo hicieron, pero con la peor calidad, y los que tenían fechas estrictas los hicieron a tiempo y presentaron los mejores trabajos. Pero lo interesante es lo que pasó con el segundo grupo. Ellos pudieron escoger sus límites y, al reconocer que uno tiende a dejar todo para el final, establecieron fechas puntuales y presentaron trabajos casi tan buenos como el primer grupo.

El gran mensaje del profesor Ariely es que los seres humanos tenemos la oportunidad de aprender de nuestra irracionalidad. Si sabe que se va a gastar todo el salario, pues deje una parte en el fondo de su empresa. Si le da pereza ir al gimnasio, haga una cita a diario con un amigo a quien no le pueda fallar. Si va a comprar un carro de lujo, espere y piense ¿esto realmente me hace feliz? O, ¿puedo gastar de alguna forma mejor estos recursos? El mundo sería muy aburrido si realmente fuéramos perfectos. Pero a veces hace falta, como sugiere el profesor Ariely, adoptar una perspectiva distinta de la vida.

Andan diciendo que tu y yo estamos locos. EN: Revista Dinero. Edicion 329; 80-83

lunes, 24 de agosto de 2009

SU VECINO EL EMPRENDEDOR

Su vecino el emprendedor

Una mirada fría a las cifras del emprendimiento es Estados Unidos.

No hay duda, los emprendedores son los héroes de nuestro tiempo. Historias como las de Bill Gates, Michael Dell, Mark Zuckerberg, Sergey Brin y Larry Page, personajes que en el dormitorio de la universidad forjaron las semillas de compañías multimillonarias, son el sueño del hombre contemporáneo. Si en algo están de acuerdo periodistas, académicos, gestores de políticas públicas, emprendedores y ciudadanos en general, es que ¡vale la pena apostarle al emprendimiento! Por crecimiento económico, innovación, por generación de riqueza y creación de empleo, pensamos que necesitamos más y más emprendedores. El emprendimiento está tan de moda que parecería fuera de lugar cualquier opinión distinta. Pues bien, el profesor de la Weatherhead School of Management, Scott A. Shane tiene una opinión muy particular sobre el tema. En su último libro The illusions of entrepreneurship, el profesor Shane argumenta que ciertos mitos afectan seriamente el mundo de los emprendedores.

En opinión de este autor la vida diaria está plagada de mitos del emprendimiento que reforzamos en cocteles, conferencias, libros y revistas. Los hemos idealizado tanto que seriamente los consideramos muy distintos al resto de los mortales. Es por esto que Scott A. Shane se dio a la tarea de recoger los datos y estadísticas más confiables sobre el emprendimiento en Estados Unidos para contrastarlos con nuestra sabiduría popular. Aun cuando sus conclusiones se aplican al caso norteamericano, existen lecciones para nuestra propia realidad. “Puede que mi libro no lo haga sentir tan bien como otras publicaciones, pero sin duda le será más útil”, expresó Shane en entrevista con Dinero.


¿De qué mitos estamos hablando? Lleve a su mente la imagen de un emprendedor.
Mark Zuckerberg fundador de Facebook, que a los 23 años se hizo el joven más rico del mundo, puede ser una idea. Pero en realidad, según estadísticas del autor, el emprendedor promedio es un hombre blanco en sus cuarentas y está casado. Solo 2,4% de las personas que montan empresa en Estados Unidos tiene menos de 24 años. El gran porcentaje se encuentra entre los 35 y 45 años. Y, a pesar de que mucho se ha escrito sobre el emprendimiento femenino, los hombres todavía crean el doble de empresas que las mujeres. Por otra parte, las personas de raza negra solo participan en un 5,1% de los emprendimientos en este país.

“Contrario a la sabiduría popular, un emprendedor típico no quiere construir un emporio. Según los datos, la gran mayoría simplemente quiere ganarse la vida y su principal razón para montar empresa es que no quieren trabajar para alguien más”, argumenta el autor. Las cifras muestran que el 81% de los emprendedores asegura no tener interés en hacer crecer sus negocios. Además, según cifras del libro, la probabilidad de hacerse emprendedor crece cuando alguien llega a un trabajo en el que gana menos y una de las principales causas de montar empresa es el desempleo. Según el profesor Shane, los emprendedores están por todas partes. En Estados Unidos es más probable que una persona monte una empresa a que contraiga matrimonio. Incluso, el 41% de la gente intenta ser un emprendedor al menos una vez en su vida. Además, Shane muestra que en la práctica los emprendimientos son más pequeños de lo que pensamos. En Estados Unidos, el 48,40% arrancan en la casa del emprendedor y el costo promedio para montar una empresa está entre US$15.000 y US$25.000 (una cifra pequeña para ese país). De hecho, un emprendedor promedio en ese país solo espera ventas anuales por US$100.000 luego de cuatro años de trabajo.

Leyendas del vecindario

Los mitos urbanos refuerzan las historias de los emprendedores que se hicieron millonarios de la noche a la mañana. Pensamos que siempre va a ser mejor negocio trabajar para uno mismo que para alguien más. Nuevamente, Scott A. Shane muestra que los datos no soportan nuestras leyendas. Una de las estadísticas que más impacta en este libro es que en promedio los emprendedores ganan menos de lo que hubieran logrado si hubieran continuado como empleados. En la perspectiva de Shane, el emprendimiento es más como una ruleta rusa. Un estudio encontró que el 10% de los proyectos más exitosos concentra el 73% de la riqueza creada en un año por el emprendimiento en Norteamérica. Aunque la gran mayoría de empresas con pocos años de fundadas rodean los US$160.000 en ingresos, una proporción bajísima sobrepasa el millón de dólares. Por si fuera poco, en la mayoría de países desarrollados, los emprendedores trabajan mucho más que su contraparte empleada. Por ejemplo, en Alemania la diferencia de horas semanales trabajadas son de 56 contra 41. A esto debemos sumarle la incertidumbre del éxito. Aun cuando las ganancias promedio de una empresa que persiste son de US$39.000, como es bien conocido 20% de los proyectos fracasan el primer año y solo el 30% de los emprendimientos llegan a sus diez años de vida. Existen estadísticas que señalan cómo en Colombia estas tasas de éxito son aun más bajas. De todas formas algunos estudios muestran que las personas que trabajan para sí mismas se sienten más felices con su trabajo, 62,5% contra 45,9% de los empleados.

Otro de los mitos populares es que los emprendedores son visionarios, que olfatean oportunidades de negocio a kilómetros de distancia e innovan constantemente. Esta vez también, tristemente, Shane contradice con estadísticas lo que pensamos. Una investigación encontró que el 92% de los emprendedores montan empresas en sectores que tienen experiencia. También un alto porcentaje de personas se lanza a hacerle competencia a su antiguo empleador. Esto hace que los emprendedores escojan los sectores más competidos, como agricultura, comercio al por menor o construcción, en donde hay menos probabilidades de éxito. Incluso, en Estados Unidos calculan que solo 7% de los emprendimientos se enfocan en tecnologías de punta. En una encuesta, 63% de los emprendedores reconocen no contar con una ventaja competitiva. Otro de los mitos es que vivimos en sociedades cada vez más emprendedoras. Para el caso de Estados Unidos, Scott A. Shane muestra que es todo lo contrario: el porcentaje de la población dueña de negocios en este país cayó del 14,2% en 1983 a 11,5% en 2004. Paradójicamente, las superpotencias del emprendimiento en el mundo moderno son países en desarrollo como Perú, Turquía y Colombia (ver artículo de Emprendedores página 60). Para Shane, los niveles de ingresos explican buena parte de la actividad emprendedora de un país. Entre más gana la gente, más alto es el costo de oportunidad de aventurarse en tierras desconocidas.

Pa’ lante

El profesor Scott A. Shane no escribió su libro para desmotivar a nadie. “Por seguir mitos errados los emprendedores pueden estar haciendo cosas que los perjudican y dejando a un lado elementos claves para su éxito”, explicó el autor en la entrevista. Dos aspectos muy puntuales llaman la atención en su argumento. Contrario a lo que se cree, sacar una profesión adelante mejora sensiblemente las posibilidades de éxito de un emprendedor. Autores populares como Robert Kiyoski denigran de la educación en la vida empresarial, pero diversos estudios muestran que las empresas forjadas por profesionales tienen ingresos 25% más altos. Otro tema es no afanarse por empezar muy rápido. Está en nuestra psiquis que el emprendimiento es terreno de jóvenes, pero los estudios muestran que las empresas fundadas por personas entre los 35 y 55 años tienen muchas mayores probabilidades de éxito. Tener experiencia en una empresa, sobre todo cuando se tiene la responsabilidad de dirigir gente, aumenta sensiblemente las probabilidades de éxito. Otras tres recomendaciones valiosas son: escoja un buen sector para trabajar ¿por qué tiene que ser el más competido? Continúe con su proyecto (está demostrado que se hace más fácil con el tiempo, empresas de más de diez años son más rentables y sólidas), y finalmente capitalice las utilidades (capitalizar cambia radicalmente a su favor las posibilidades de triunfar con su empresa, 23% más posibilidades de sobrevivir).

En el fondo, la visión del profesor Shane es que en cuestiones de emprendimiento no importa tanto la cantidad sino la calidad. Este autor argumenta que no existe evidencia real para decir que el emprendimiento tiene un impacto significativo en el empleo y el crecimiento económico. Además de que las empresas nuevas contratan poca gente, este empleo se pierde cuando muchas fracasan y, en ocasiones, no son cargos de buena calidad. No es fácil digerir la información que nos presenta el profesor Shane. Para quienes defendemos el emprendimiento puede parecernos incluso molesta. Pero si lo pensamos con detenimiento existen dos lecciones que vale la pena tomar para el caso colombiano. Finalmente, muchos emprendedores en el país toman este camino como la única salida para regalarles un futuro a sus familias. Pero además de pensar en más, más y más emprendedores, los esfuerzos deben ir muy encaminados a su sostenimiento. De nada sirven un millón de proyectos si no logramos afianzarlos y no dejarlos caer. Muchas de las iniciativas están enfocadas en crear, pero no tantas en sostener. Además, debemos aceptar que no todos nacimos para ser emprendedores. Una mala decisión en este sentido puede conllevar años de amargura. Que sea esta una oportunidad para recibir una opinión distinta y seguir cultivando el emprendimiento en el país.

Su vecino el emprendedor. EN: Revista Dinero. Edición 333; 80-83

A QUEMAR LAS NAVES

¿Qué tienen en común el Banco Grameen, el Circo del Sol y la decisión de BMW de no participar más en la Fórmula 1? Una pregunta crucial para los innovadores. Opinión de David Gleiser.

Dan Arielly, en su libro titulado “Predeciblemente Irracionales” reporta el siguiente experimento: a un grupo homogéneo de fanáticos del basketball deseosos por obtener un tiquete para asistir a la final de un importante torneo, se les ofreció que hicieran cola por muchas horas para participar en una rifa en la que podían llegar a ganarse un tiquete para asistir al partido en cuestión.


La disposición a permanecer en cola durante muchas horas incluyendo pasar la noche haciendo la fila es evidencia de que estas personas tenían una gran avidez por ganar el sorteo. Al final, el sorteo dividió al grupo en dos: ganadores y no-ganadores.

Los ganadores obtuvieron el tiquete, los demás no recibieron el ansiado tiquete. El experimento de Arielly continúa así: llamaron por teléfono uno a uno a los participantes después del sorteo para determinar el valor que estas personas le conferían al tiquete, así: 1. a los perdedores les ofrecieron la posibilidad de comprar un tiquete y luego se siguió un procedimiento en el que se determinó el máximo que estarían dispuestos a pagar por él; 2. a los ganadores les ofrecieron la posibilidad de vender sus tiquetes y luego determinaron el mínimo precio al que estarían dispuestos a vender.


El resultado del experimento es sorprendente: a pesar de que todos los participantes estaban pensando en el mismo partido cuando hicieron la fila, se observó una diferencia abismal entre quienes tenían tiquetes y quienes no los tenían. Al determinar los precios (máximo de compra y mínimo de venta) los dueños de tiquetes pedían una cantidad de dinero por vender, que estaba en el orden de diez veces más do lo que estaban dispuestos a pagar quienes no tenían tiquete. Es decir, no se pudo concretar ni una sola transacción de compraventa de tiquetes.


Cuando confrontamos a alguien con la opción de elegir entre un vaso medio lleno y uno medio vacío, lo más frecuente es que no encontremos muchas personas que digan que ambos prospectos son iguales (aún a pesar de no existir ninguna diferencia objetiva). Esta observación y experimentos similares al que hemos reportado arriba, condujeron a Daniel Kahneman a ganarse el Nobel de Economía en el año 2002; él y sus colaboradores mostraron que el prospecto de una persona que tiene algo, la lleva a mostrar la tendencia de aferrarse fuertemente a su posesión, mientras que el prospecto de alguien que se concentra en la carencia de una posesión específica, lleva a ésta persona a estar dispuesta a adoptar caminos alternativos (y arriesgados) para alcanzar sus resultados.


Estos hallazgos de la economía experimental nos permiten ahora aproximarnos a la pregunta inicial: lo que tienen en común los tres casos mencionados, es que en todos se observa la renuncia a uno o varios aspectos que parecían fundamentales para el modelo de negocio precedente: en el modelo de préstamo bancario antes de Grameen la para obtener un préstamo se requiere ofrecer una garantía; en el modelo de circo antes del Circo del Sol el espectáculo se hace en gran proporción con animales; en la industria de los automóviles de alto desempeño antes de la decisión de BMW el desempeño se pone a prueba en competencias como la F-1.


Al igual que en el experimento de Arielly en los tres casos vemos cómo el mundo se divide en dos: los que tienen la característica en cuestión y quien la ha perdido.


Tenemos así tres casos de ruptura con el modelo “convencional”: los micro-préstamos para los pobres que constituyen la solución de Muhammad Yunus y el Grameen Bank, se hacen bajo el principio de que no hay garantía, no hay instrumento legal y no hay obligación por parte de codeudores. Este resultado les mereció la distinción del Premio Nobel de Paz (y muchas más posteriormente) por tratarse de una solución con potencial para ayudar a los pobres a superar su condición de manera sostenible (sin donaciones y con rentabilidad para el Banco y sus accionistas), prestando dinero en una forma que se aparta de la manera convencional en el otorgamiento de créditos.


El Circo del Sol se apartó de la definición clásica de circo al eliminar los números con animales. Circo sin perros amaestrados, sin camellos, sin leones… Hoy en día es un negocio con 19 espectáculos simultáneos en todo el mundo y más de 4,000 empleados de 40 países diferentes, entre los cuales hay 1,000 artistas. Un nuevo paradigma de circo que se inició en Montreal en 1984 con 20 artistas callejeros. Aún no podemos conocer los resultados que tendrá BMW con su decisión (adoptada apenas hace cerca de un mes). No obstante, podemos suponer que esta opción producirá un quiebre fundamental en la trayectoria de investigación y desarrollo centrada en la velocidad y las condiciones extremas que ofrece la Fórmula 1 para desplazarse a una nueva definición del alto desempeño de los automóviles.


Al enfrentarse al prospecto de implementar una idea innovadora, un directivo se encuentra en una situación similar a la de los ganadores de los tiquetes en el experimento de Arielly. Se concentra en su posesión y tiende a ponerle un precio alto a la posibilidad de renunciar a ella. Si, por el contrario, lo ponemos en una situación en la que de manera anticipada le hemos quitado su posesión, se concentrará en hallar caminos alternativos para lograr lo que necesita.


Es crucial poder hacerse preguntas concretas que focalicen nuestro esfuerzo de innovar: ¿cómo podemos otorgar préstamos a quienes no pueden ofrecer garantía? ¿Cómo podemos hacer buen circo sin animales amaestrados? ¿Cómo podemos desarrollar automóviles de alto desempeño sin carreras? La innovación no es el resultado de ideas espontáneas que aparecen sin justificación, es el producto de un proceso que tiene un foco.


Se dice que Hernán Cortés quemó sus naves antes de lanzarse a la conquista de México. Al hacerlo, eliminó la posibilidad de buscar la seguridad de la huída y se puso de cara a un prospecto difícil y hostil. Para estimular la innovación parece atinado recurrir a quemar nuestras naves pues ello permite examinar escenarios en los que revisaremos aquello que damos por obvio: la garantía es obvia en el préstamo, los animales son obvios en el circo, las competencias son obvias en el desarrollo de automóviles de alto desempeño. Reformular lo obvio es crear el contexto para cambiar de prospecto y por ello tiene el potencial de abrir nuestros ojos a nuevas oportunidades. Es así como podemos instrumentalizar el aforismo de Einstein según el cual: “No es posible resolver un problema usando el mismo modelo mental con el que se originó el problema”


La herramienta consiste en preguntarnos por lo que vamos a dejar de hacer, por las naves que vamos a quemar. Al hacer la pregunta, sin embargo, debemos pensar en dejar de hacer aquello que están en el centro mismo de nuestro modelo mental. Esto, que parece una paradoja, tiene el claro potencial de ponernos en el camino hacia la innovación.

GLEISER, David. A quemar las naves. EN: Revista Dinero. Edición 330; 95-97